por
T. Austin-Sparks
Sería provechoso el que se nos recordara la naturaleza especial de esta dispensación, que comprende el período que va desde la ascensión del Señor hasta su retorno. Y está bien que se nos recuerde (pues, es una tragedia el que no haya sido recordado continuamente al pueblo del Señor a lo largo de esta dispensación) que en esta edad - en esta dispensación – la preocupación principal de Dios con relación a este mundo es sacar algo fuera de él... y no hacer algo con él, ni tener algo en él o que proceda de él.
Hasta que lleguemos a ver con claridad este asunto, estaremos confundidos en cualquier otro asunto relacionado con el Señor: Sea este su obra, su propósito, o nuestra vida en comunión con él.
El Señor está prominentemente ocupado en sacar algo fuera de este mundo. Todo lo demás no es sino una preparación de este mundo para el juicio. Cuando la actividad de Dios se acabe, al “sacar ese algo” fuera de la tierra, entonces tomará lugar el juicio de este mundo. Por consiguiente, todas las ideas acerca de mejorar este mundo y establecer algo de Dios en él, como parte de él – estableciendo aquí algo para Dios – son ideas falsas que conducirán a muchos errores... y, con el tiempo, a una completa desilusión.
En conexión con la actividad primaria de Dios en la presente dispensación, el próximo asunto ha recordar es que esta extracción desde la tierra es algo principalmente espiritual. Por cierto, el Señor ha estado sacando a su pueblo literalmente fuera de este mundo de generación en generación, y habrá – al final – una literal y poderosa salida del resto de aquellos que esperan su aparición. Pero, la salida a lo largo de la presente dispensación es principalmente una cosa espiritual. La dimensión literal o física de ella no será sino el término de una fase.
Este “ser sacados” ocurre espiritualmente, en primer lugar, a través de una crisis - la crisis del nuevo nacimiento – cuando nos damos cuenta de que hemos nacido de otro reino y que ya no continuamos perteneciendo a este mundo: Pues en la realidad más profunda de nuestro ser, por medio de un nuevo nacimiento, ya no somos de esta tierra sino de arriba. Esta es la crisis que nos saca fuera de este mundo. Luego, en segundo lugar, esta crisis, extracción, redención o emancipación (cualquiera sea la expresión que usted prefiera) es un asunto espiritual. Es, en cierto sentido, una peregrinación; un movimiento progresivo. Y, mientras caminamos con el Señor por el verdadero camino, somos llevados, en un sentido espiritual, más y más lejos de este mundo. Estas son verdades simples y elementales, ninguna de ellas nueva, pero que necesitan ser enfatizadas como una forma de establecer lo fundamental.
Lo que permanece de Dios en este mundo está aquí con tres propósitos. Nos referimos ahora a lo que vino por medio de la crisis, está en proceso... pero está aquí todavía (aquí, aunque no como parte de esta tierra). Mientras eso permanece, lo hace con tres propósitos, que apuntan, a su vez, en tres direcciones diferentes: en primer lugar, hacia Dios; en segundo lugar, hacia sí mismo; y, en tercer lugar, hacia el mundo.
El propósito dirigido hacia Dios, por cuya razón estamos aquí, es la representación de los derechos de Dios en la tierra. Tal como David, que, conducido fuera de su reino y lejos de Jerusalén, envió de regreso a Jerusalén al sacerdote Sadoc con el Arca, como un testimonio de que ese era su lugar y de que él regresaría allí un día. Por tanto, el Señor, quién ha sido conducido fuera de este mundo, pone aquí estratégicamente a su pueblo en relación con él mismo y en representación de sus derechos. En consecuencia, estamos llamados a permanecer deliberadamente aquí, sobre esta tierra, contra las reclamaciones del usurpador, como un desafío a las pretensiones del Demonio de ser el príncipe de este de este mundo, a favor de los derechos de Aquel cuyo derecho es reinar. Simplemente permanecemos aquí, vueltos hacia él con este propósito.
En lo concerniente al aspecto de este propósito, que apunta a las cosas de Dios que están aquí, su objetivo es el aprendizaje de la verdadera naturaleza de lo que pertenece a Dios. Se nos deja sobre esta tierra por todo el tiempo de nuestra permanencia en medio de otras cosas, con el objetivo de educarnos. Y nuestra educación está orientada al aprendizaje de cuál es la naturaleza de lo que es de Dios. Tenemos muchas lecciones por aprender. Y tenemos muchos asuntos por conocer, tales como la diferencia entre lo que es de Dios y lo que es del hombre; lo que es de Adán y lo que es de Cristo; lo que es de la tierra y lo que es del cielo; lo que es de la carne y lo que es del Espíritu... y nuestra educación se extiende en esta dirección.
Esto es algo muy práctico y experimental. Si usted y yo fuésemos llevados repentinamente al cielo; vale decir, si una vez salvos fuésemos transplantados inmediatamente al cielo, tendríamos que conocer completa e inmediatamente la naturaleza de todo lo que es de Dios. Pero, deberíamos conocerlo de una forma en la que ahora no lo hacemos. Para expresarlo de otra manera, ahora estamos conociéndolo de una forma en la que no podríamos hacerlo si aquello aconteciera. Luego, nuestro objetivo debería ser conocerlo, como algo que demanda todo de nuestra parte... hasta donde sólo podemos entrar de esa manera. Más, conducidos aquí entre elementos en conflicto, estamos aprendiéndolo de una manera experimental. Esto es, siendo labrados interiormente por medio de sufrimientos, contradicciones, disciplinas y un gran cúmulo de historia interior. Esto es, siendo labrados hacia adentro de nuestro propio ser, pues esta es la forma en que Dios enseña a su pueblo. Es la más fructífera de las formas; de lo contrario, él habría adoptado otro método.
Luego, tenemos la dimensión orientada hacia el hombre de aquello que está aquí de Dios, cuyo asunto es el testimonio y sus testigos. Estas dos palabras no significan lo mismo. El testigo es el instrumento mismo; el testimonio es aquello que el testigo entrega. El Señor debe tener aquí algo que sea la encarnación de la verdad; y que, siendo dicha encarnación, entregue la verdad. Esta es la diferencia entre el testigo y el testimonio. Y nosotros estamos aquí en la tierra, orientados hacia los hombres y hacia el mundo, con este propósito: Ser la encarnación y la expresión de la verdad. Por tanto, observe usted esto, mientras que el Señor deja lo que es estricta y esencialmente suyo aquí por un tiempo, él no quiere que lo suyo se establezca – y se consolide – para convertirse en parte del presente estado de cosas. Aquello está aquí solamente por razón de su divino propósito. Cuando este propósito haya alcanzado el punto en que el Señor considere, en su exclusiva sabiduría y soberanía, que lo mejor para su vaso es que sea transplantado al cielo, entonces él actuará en conformidad.
Todo esto se encuentra sintetizado en dos características de la vida de Cristo:
a) Aunque estaba en el mundo, no era del mundo. Durante ese breve permanencia aquí, él había abrazado todas las leyes de una vida que se vive en relación con el cielo y no en relación con esta tierra. Su lugar, mientras vivía aquí, estaba en el seno del Padre (con Dios, y no en este mundo). El vivió por medio de las leyes de esa relación, y lo hizo así para mostrar al futuro el hecho de que el hombre está llamado a vivir para Dios. Es verdad que él era Dios. Esa no es la cuestión por el momento. Más bien, enfatizamos el otro lado para comprender porqué era necesario para él vivir aquí; y esto, para establecer, en adelante, el hecho de que el hombre puede aún vivir sobre la tierra y ser gobernado por leyes que, de ser obedecidas, lo harán algo más que un hombre de este mundo. Esto puede sonar complicado, pero puede resolverse en un hecho sencillo: El vivió como un hombre en este mundo, aunque no fue parte de él. Y para hacerlo, él tuvo que moverse, gobernado por leyes que no eran las leyes de este mundo sino las leyes del cielo. Esta es una fase de su vida que sintetiza lo que hemos venido diciendo.
b) Aunque está en cielo, aún está expresando su vida celestial en la iglesia por medio del Espíritu Santo. Todo está reunido en esto. El Espíritu Santo fue enviado con el objetivo primordial de reproducir a Cristo en la iglesia y, de este modo, constituir a la iglesia en un Hombre Celestial conforme a Cristo. Así, para nosotros se vuelve imprescindible conocer que es la vida en el Espíritu. Aquello que el Señor está buscando en forma preeminente durante esta edad es un pueblo espiritual que ese encuentre en posesión de un conocimiento, un entendimiento y una percepción de Él mismo, lo cual es un asunto enteramente distinto de todo cuanto posee el hombre natural... y que, en consecuencia, será aquello que va a permanecer cuando todo lo demás se halla ido ( y perdurará a través de todas la pruebas y todas las dificultades). Es el conocimiento interior de Dios en una forma siempre creciente.
El cuidado del Señor hacia nosotros en este tiempo está relacionado con que deberíamos saber que la mente de Dios se acomoda a una mente espiritual, constituida de acuerdo con Cristo en los cielos por medio del Espíritu Santo (el Espíritu reproduciendo en nosotros la vida, la mente, la inteligencia del Señor Jesús, según el Hombre Celestial de Dios). Si la característica más importante de la espiritualidad es la inteligencia espiritual, que implica conocer al Señor en la íntima forma de su pensamiento y de su propósito (esto es, de lo que se conforma a Dios), porque esto es lo que va a sobrevivir a todo lo demás; que sea esto lo que se quiera al permanecer en la preeminente y suprema actividad de Dios en esta dispensación. Este mundo, y todas las cosas relacionadas con él, no va a ser lo último. En consecuencia, no hundiremos nuestras raíces en él; no estableceremos fundamentos profundos en él; y no edificaremos en unión con él (con el nombre de Dios sobre ello), ni siquiera de una manera religiosa. Tu y yo debemos entrar en la suprema actividad de Dios en esta dispensación, la cual consiste en sacar fuera de este mundo, en asociación consigo mismo, aquello que permanecerá eternamente cuando todo lo demás haya pasado.
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