por T. Austin-Sparks
Capítulo 2 - La Importancia de la Visión
“Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel. Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén” (Lc. 2:25-38).
Al principio de nuestra meditación, hemos observado que Simeón personifica todo lo que se refiere a un tiempo del fin, y que en un tiempo del fin se presenta una serie particular de condiciones. Por un lado, hay un sentimiento de desintegración en cuanto a lo que ha sido, y por otro un sentimiento de algo pendiente, de una nueva situación y una nueva serie de condiciones, con ciertos problemas muy concretos y serios que surgen entretanto. Primero, nos podemos preguntar: ¿Cuánto de todo lo que ha sido va a subsistir y a continuar en la nueva situación? porque un gran despojamiento está teniendo lugar, un zarandeo grande tanto de lo espiritual como de lo temporal, aun con relación a las cosas de Dios. O (para volver aquí a la figura de Simeón teniendo en los brazos al niño Jesús), ¿cuánto nos estamos ocupando realmente del Señor en un tiempo de transición, de disgregación y de nuevas condiciones? Por otra parte, ¿cuánto de todo lo que está relacionado con el Señor es, al fin y al cabo, de ese orden y sistema exterior que es puramente terrenal y transitorio, el armazón y molde de las cosas? Son asuntos y preguntas muy importantes que se presentan forzosamente en un tiempo en que la situación está a punto de cambiar.
Hay además un ambiente de tirantez, de presión y de conflicto muy graves. Es como si algo está por producirse, lo cual incita el enemigo a una extrema resistencia, trayendo opresión y frustración; tanto que en ese tiempo la vida espiritual está bajo tensión y prueba, y sería mucho más fácil rendirse o tomar una actitud de menos resistencia. Son cosas que pertenecen a un tiempo del fin, y estamos notando que, sin lugar a dudas, hoy día nos hallamos en ese tiempo. Ésa es la significación de este momento mismo.
Las cosas van a cambiar radicalmente; un orden va a suceder a otro orden. Pero entre esta ordalía de separación, puede haber hoy, y debería haber, lo que responda al caso de Simeón, quien fue en primer lugar, la personificación de todos los valores espirituales anteriores, luego de la separación de todo lo que no era espiritual y permanente, sino una estructura en la dispensación pasada, y además la personificación de los principios y valores intrínsecos de lo que estaba por venir. Esto es de lo que muy brevemente y en términos generales nos ocupamos en nuestra meditación anterior.
SIMEÓN TENÍA VISIÓN
Pero ahora vamos a observar un factor dominante acerca de Simeón, como representando este período de fin de tiempo, de transición. Este factor dominante, que es también una necesidad dominante, está incluido en una sola palabra: "visión". A pesar de que Simeón y Ana eran muy viejos, tenían visión; lo que significa que, aunque estaban al fin de una fase y naturalmente podían fenecer, –y de igual manera había llegado un fin para todo–, en lugar de ello tenían en las manos un nuevo comienzo, algo que iría adelante como nunca antes.
Esta cuestión de la visión es de grandísima importancia, pues, como veremos más de lleno, estas dos personas representan toda norma de servicio a Dios, en un tiempo sumamente crítico para el desarrollo de los intereses de Dios. Si no hay visión, el servicio será sólo de carácter pasajero y muy limitado en su valor y alcance. Será algo que se hace por sí mismo, y en gran parte como un fin en sí, y eso es inadecuado. El servicio debe tener una extensión de mayor importancia que la de hacer algo por ahora, con el interesado no viendo más que la cosa con la que está ocupado al instante. Eso significa limitación, pobreza en el servicio. La visión siempre lleva adelante, más allá del presente, y algo incluye de manera que lo que se haga abarque más en tiempo y valor.
EL EFECTO DE LA VISIÓN
1.Vida
Miren cómo la visión fue realmente vital en el caso de Simeón. ¡Qué múltiples efectos tuvo en él! Aquí tenemos a un anciano que, según toda ley natural, está al final de su vida y puede morir en cualquier momento. La gente podía decir de él: "No nos sorprendería oír que el viejo Simeón se ha muerto"; y, sin embargo, la visión lo mantuvo vivo. No podía morir porque tenía una visión dada por Dios.
"Le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor " (v.26), "...han VISTO mis ojos..." (Lucas 2:30). He aquí un hombre que ve en su ancianidad, que está viendo. Hay un poder en eso de ver que le hace avanzar y aplazar la muerte, haciéndola sirvienta en vez de señora. Él puede decir a la muerte: "Tú tienes que esperar mi hora, la hora del Señor".
La visión lo mantuvo vivo y sobrepasó el curso de las leyes normales, haciendo que las dominara, dándole ascendencia sobre ellas. Cualquiera que sea el significado en el caso de Simeón, por lo que se refiere a su vida natural, la largura de sus días en la tierra, eso se debió trasladar al reino espiritual. Desde luego, algo tiene que enseñarnos el que todavía estuviese bien físicamente. Si Dios ha dado una visión a una vasija escogida, y ligado estrechamente su realización incluso en cierta medida—, con la vida de esa vasija, ese hombre o esa mujer es inmortal mientras la obra no esté hecha. Puede pregonar con el Salmista: "No moriré, sino que viviré" (Salmo 118:17). Pero el propósito de Dios tiene que apoderarse de usted; tanto es así que su vida estará muy relacionada con su propósito. La visión mantuvo vivo a Simeón. Hay un efecto muy vivificador en una verdadera visión espiritual.
2) Un enlace con el propósito de Dios
Hay muchísimo más en lo que he dicho, que quizá ustedes han reconocido, y bastante más que decir. Ser un enlace con el propósito de Dios –al recibir del Señor una visión de lo que es ese propósito–, es algo muy emancipador. Es una cosa ir día tras día, semana tras semana y año tras año de manera sistemática, hoy a la reunión, el próximo fin de semana a la conferencia, eso una y otra vez, y entonces toda la lista de las actividades y ocupaciones cristianas es sólo algo en sí.
Es por entero otra cosa, cuando nos alcanza y se apodera de nosotros corporativamente una visión poderosa y dominante, de modo que el mismo ambiente parece proclamar que hay algo más que sólo la ocasión de reunirse; hay algo grande, de mucho alcance, y usted es introducido por el Santo Espíritu. Entra guiado por el Espíritu, como hizo Simeón. Encuentra que no se ha asociado, unido simplemente a algo que va como sobre ruedas vetustas, dando tumbos, sino que lleno de vida, como las ruedas de la visión de Ezequiel, va derecho hacia Aquel que está en el Trono. ¡Grande visión!
Hay bastante diferencia. Usted mismo puede darse cuenta de la diferencia entre estas cosas. Por un lado, lo que es sólo algo en sí, que sigue sencillamente, que va tirando, yendo tal vez por su propio impulso o vigor u otros intereses, algo que es mucho un fin en sí mismo, y poco importa que usted salga o venga. Hay por otro lado, lo que es muy diferente: el entrar directamente en línea con el gran propósito de Dios, en el poder del Espíritu Santo, viendo lo que Dios busca y desea, más allá de lo que hasta al presente se ha logrado.
En el caso de Simeón, la visión hizo de él un enlace vivo con el propósito de Dios. Aquí tenemos la antigua dispensación que pasaba, pero en la que estaban las inversiones espirituales de Dios, y la nueva dispensación introducida por la venida de Cristo. Simeón se tuvo de pie, como un enlace, uniendo las dos; y fue en efecto un enlace muy vivo.
Estamos llegando al tiempo en que muchos cambios van a tener lugar en el sistema de grupos de la cristiandad; en que sólo se tendrá en cuenta lo espiritual, y cuando será de vital importancia que Dios tenga un pueblo que sea un enlace con Su propósito más pleno. Él siempre lo ha requerido. Podríamos volver a la Biblia –si nos sintiéramos inclinados a hacerlo–, para notar una y otra vez los períodos de transición, y ver exactamente lo que Dios puso como Su enlace entre dos transiciones, y como Su puente de una a otra en esos momentos.
Pero hay la realidad. Si tenemos alguna razón para creer que tal cambio es inminente –cuando no será posible continuar con las antiguas normas y seguir organizando cosas con todo el viejo mecanismo, cuando el pueblo de Dios estará obligado, por las condiciones del mundo, a entrar en un terreno espiritual donde su preocupación y sus intereses serán solamente el Señor mismo–, si tenemos alguna razón para pensar que eso ha comenzado, entonces debería haber algo que llegue a ser para Dios un ministerio que enlace con Su propósito más completo, que se pone en relación vital con Él en Sus intenciones más grandes, que introduce al Señor en plenitud. Simeón lo hizo, de modo que llegó a ser señal de un movimiento de dispensación, un enlace vivo con el propósito más pleno de Dios.
3) Un caminar con Dios
Otro efecto que tuvo la visión en Simeón, fue que lo mantuvo caminando con Dios. Le dio incentivo espiritual. Hizo de él un hombre espiritual. Estoy seguro de que estarán de acuerdo que necesitamos muchísimo estímulo espiritual. Es un problema que está siempre muy presente. Podemos muchas veces descorazonarnos, y decir: "¿Para qué todo?" "¿De qué trata todo?" "¿Para qué sirve todo?" ¿No nos podemos desanimar, al ver el estado espiritual de las cosas en la obra de Dios? Si hemos visto algo de lo que Dios quiere, y de la manera que están las cosas en comparación, se nos puede caer el alma a los pies. Es una pobre clase de visión espiritual, la que se satisface con la situación actual. Pero en presencia de este estado que parte el corazón, junto con todo el agotamiento, la frustración, la resistencia, la dureza del camino y las muchas dificultades y problemas que encuentra el pueblo de Dios, sí que necesitamos incentivo; y eso es como decir que de verdad necesitamos visión. "Donde no hay revelación divina (en hebreo visión), el pueblo se pone desenfrenado" (Proverbios 29:18, V.M.).
Sin visión se viene abajo, no hay duda. Pero ven ustedes, Simeón tenía visión y, por lo tanto, en un tiempo en que las cosas estaban en general muy decepcionantes y poco satisfactorias, cuando lo que realmente era del Señor, era muy insignificante, en ese tiempo, por su visión él fue un hombre que rebosó de estímulo.
La visión lo guardó andando con Dios. Necesitamos algo que nos guarde andando con Dios. Es muy fácil soltar y dejarse arrastrar por la corriente. Es muy difícil mantener la vida de oración con firmeza. Usted tiene que combatir por su vida de oración; la pierde si no lo hace; y así es con todo lo demás, en este andar con Dios. Todo está en contra: es a saber, resistencia, disminución y presión.
A menos que tengamos visión, no andaremos con Dios. Caminar con Dios por Él solo, por puro amor a Él, yo creo que es al nivel más alto que podemos aspirar, y, ciertamente, necesitamos algo que avive y mantenga tal amor. Un hombre me dijo una vez: "Es gracias al ministerio que sigo viviendo como un cristiano". Eso es terrible; pero lo que él quería decir es que tenía que tener un incentivo, algo que lo sujetara al Señor. Es en ese sentido que lo digo.
Es porque Simeón tenía visión —esta percepción que el Señor se había comprometido a algo grande, a lo que él mismo estaba estrechamente ligado–, que vivió cerca del Señor y halló fuerzas para caminar unido a su Dios. La visión hizo de él un hombre espiritual "y movido por el Espíritu, vino al templo" (v. 27). Es obvio que vivía y andaba por el Espíritu, y eso describe a un hombre espiritual. Qué importante es, pues, la visión.
4) Una vida de oración poderosa
La visión hizo también de Simeón un hombre de oración. Hizo de Ana una mujer de oración, una que servía de noche y de día con ayunos y oraciones. Fue la visión que lo hizo. Debemos tener un motivo para conservar nuestra vida de oración, de otro modo se vuelve maquinal, algo hecho, algo que es una obligación, que tememos no hacer. La oración se sostiene con vigor, por la visión.
5) Responsabilidad
Y, en conjunto, Simeón era un factor responsable a causa de la visión. Ser un factor responsable es muy necesario para cada uno del pueblo del Señor; hablamos de personas dinámicas. Realmente la vida nos enseña que es importante ser así, en medio de todo lo que es oscuro, triste, penoso y tenebroso, de todo lo que en nosotros pudiera volverse en contra y tenernos con preguntas dando vueltas. Necesitamos ser factores de importancia en las cosas de Dios, y eso sólo se produce por la visión.
Bien, ¿qué nos hará positivos en función e influencia? porque eso es lo que necesitamos ser. ¿Qué nos salvará de la tendencia, de la desviación y de las trampas? ¿Qué nos hará salir de la mediocridad, de la indecisión y del contentamiento? ¿Qué nos hará escoger lo mejor, y no satisfacernos con lo bueno, alegando que no hay ningún mal en ello? ¿Qué nos librará de todas esas cosas? Nada más que la visión. Tener la verdadera visión nos salvará. Si usted tiene una visión divinamente dada, nunca será simplemente nominal; será vital.
Es lo que Pablo explicaba, pues si alguna vez hubo un hombre vital, un hombre responsable, un hombre de destino, ese hombre fue Pablo. Ustedes recordarán que Pablo se ponía siempre al lado de todos los santos. De ninguna manera y ni por un momento se consideró por encima de ellos. Refiriéndose a él y a los otros creyentes, él siempre decía: "nosotros". ¿Qué es lo que hizo que fuese el hombre vital, responsable, que pudo decir: "...no fui rebelde a la visión celestial" (Hechos 26:19)? Que tenía visión.
LA NECESIDAD DE SERVIR CON RELACIÓN A LA VISIÓN
Bueno, dirán ustedes, estamos de acuerdo, no discutimos nada de lo que usted ha dicho, pero si nosotros no tenemos visión, ¿qué pasa? El caso es que tenemos que venir ante el Señor con este asunto, y pedirle que nos ponga en Su visión y Su visión en nosotros; de lo contrario, seremos simples pasajeros que son llevados, simples parásitos que se mantienen de la vida de otros, no contribuyendo a nada. En realidad, debemos llevar esto a un resultado práctico con el Señor. Esta es toda la cuestión en este momento, en lo que estoy diciendo. Nadie sino el Señor puede darles la visión. Pero ver el eterno propósito de Dios en Cristo Jesús, poder decir con Simón: “Mis ojos han visto”, hará que su vida sea de responsabilidad vital. Es por eso que el apóstol oraba por otros, que fuesen alumbrados los ojos de su entendimiento (cfr. Efesios 1:18).
Bien, todo lo dicho nos llama a servir al Señor, pues no es una cosa meramente personal. Esto está relacionado con el servicio de Dios, en un tiempo crítico de la historia de este mundo y del pueblo de Dios, en un movimiento de dispensaciones con grandes decisiones pendientes. Luego, noten que va a haber muchos de los hijos de Dios y siervos del Señor que se preguntarán dónde están. Van a tener que dejar sus esferas de servicio, y todo su trabajo les será quitado. Se hallarán diciendo: “¿Qué significa esto? ¿Qué nos depara el futuro?¿A dónde vamos?” ¡Ah! Pero eso no es todo. Tan sólo he tratado de enfocar lo que tengo en mi corazón. Vamos de prisa a un gran cambio en todo el estado de la cristiandad organizada. En ese tiempo ha de haber algo que mantenga firme las cosas, que las sostenga para Dios, que comprenda la situación como Daniel y sus amigos, en los que había espíritu de sabiduría. Ellos conocían el significado celestial de lo que estaba teniendo lugar, y pudieron interpretar los sucesos, salvar la situación y afectar las edades.
Ustedes ven lo que quiero decir. Debe haber algo, y esto es un asunto muy crítico. Debemos tener esta visión celestial, el propósito de Dios, y estar bajo su dominio. Debemos ver la naturaleza y el significado de lo que está sucediendo, la tendencia de las cosas, las consecuencias que están implícitas, y debemos hallarnos cooperando con Dios en esos movimientos suyos, del cielo, ser capaces de servirle ahora.
Si esto parece enteramente abstracto y lejano, permítanme resumirlo en esto: es todo una cuestión de medida viva y suficiente de Cristo. Volvamos a Simeón y Ana. Todo lo que los curiosos vieron probablemente, fue un nenito que era traído al templo como miles y miles de nenes antes, durante años, según la costumbre. Pero estos dos vieron en ese niño un vasto radio de acción: “Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel” (vs. 30-32). Miren lo que se concentra en ese niño. Pero si no tienen revelación, no lo verán. Si no son enseñados por el Espíritu, no verán la significación de Cristo. Son verdades que se pueden enseñar y creer, pero ¿las ha revelado Dios a su corazón? El momento viene cuando ése será el terreno de la prueba; no la doctrina, la enseñanza, la lectura de la Biblia, sino lo que se siente en la mano.
Durante siglos, los hombres vinieron al templo con sus manos llenas de ofrendas. No les estaba permitido presentarse con las manos vacías. Pero, ¿entendieron el significado real de lo que estaba en sus manos? La ofrenda de flor de harina, de un cordero, de un macho cabrío, cualquiera que fuese la ofrenda ¿era para ellos solamente una cosa? ¿Era esto el principio y el fin? ¿Vieron ellos?
Sabemos ahora que todo eso era símbolo de mucho más. Lo sabemos cómo doctrina. Hemos leído acerca del tabernáculo, de las ofrendas y los sacrificios. Lo sabemos todo en teoría, pero ¿qué tenemos en la mano? ¿Qué será cuando venga la gran sacudida, cuando no podamos más tener reuniones o la comunión con los creyentes, y quizás tener que sufrir lo que muchos hoy en otros países? ¿Qué tenemos en la mano? ¿Qué nos ha sido revelado por el Espíritu Santo? No es sólo una pregunta sobre lo que hemos sido educados y enseñados en reuniones y conferencias, sino de lo que verdaderamente nos ha sido revelado de Cristo en nosotros, de lo cual podemos decir: "Mis ojos han visto. Nadie puede quitarme lo que he visto; nada puede destruirlo. He visto y ha llegado a ser parte de mi propio ser." Ése es el punto crucial en un día como éste. Debemos ser capaces de reconocer el cambio de dirección que toman las cosas, y de movemos con Dios.
Se dice de Simeón que "el Espíritu Santo estaba sobre él" (v.25). Vivimos en una dispensación que es mucho más del Espíritu que entonces. El Espíritu está en nosotros; no de visita, no sólo viniendo sobre nosotros, sino morando dentro. Pero porque Simeón y Ana estaban en el Espíritu, conocieron la gran significación de ese momento. Cuando trajeron al niño Jesús, algo ocurrió dentro de ellos, lo cual, para ponerlo en una frase, significó: "¡Esto es eso!". Ése es el ministerio; lo que usted tiene en sí mismo por la obra del Espíritu Santo, que le capacita para decir: "Esto es eso! ¡Esto es!". Para ellos se hizo muy real, muy vivo e importante. ¡Esto es eso! Ser así capaz, por el Espíritu, de interpretar lo que Dios quiere decir, constituye un ministerio. Tenemos aún que hablar de cómo Simeón y Ana son la encarnación de la norma del servicio, pero hemos llegado muy cerca de lo que el servicio a Dios significa en realidad. Para empezar, significa visión.
Si en alguna manera esto toca realmente su corazón, si en alguna medida usted es capaz de percibir que esto es seguramente a lo que se dirigen las cosas, ¿me permite pedirle que vaya al Señor con sinceridad y se ejercite profundamente en oración, para que tenga la visión de Dios? Procure que esté en usted, a fin de que pueda servir a la situación, cuando mucho está derrumbándose. Aunque se pudiera decir que no estamos todavía en la emergencia de un cambio de dispensación, ciertamente, la situación como está hoy día, requiere todo lo que he dicho. Pero el verdadero incentivo es el conocimiento de que el día está declinando; "la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4).
Que el Señor nos halle como hijos del día y no de la noche.
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