por T. Austin-Sparks
Capítulo 7 - Tomando Posesión de la Heredad Celestial
"Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenia una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? Él respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo" (Josué 5:13-15).
"Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos" (Efesios 1:18).
Quisiera aclarar, desde un principio, que no es mi intención tratar sobre la correspondencia entre el libro de Josué y la epístola a los Efesios. Estamos ocupados, en estos estudios, con un pensamiento particular en torno al cual todo se reúne, en el que todo se centra. Es decir, que la finalidad de Dios es tener expresada la plenitud celestial en esta tierra, por medio de un pueblo. Desde que Él estableció los cielos sobre la tierra, el curso entero de Sus relaciones a través de las edades ha sido, y todavía es, desde el punto de vista humano, como una peregrinación espiritual, un moverse de manera espiritual hacia el cielo. Eso no significa forzosamente hacia algún lugar, sino hacia un orden de cosas según la mente de Dios; ese es el orden al que el Señor Jesús se refería cuando, hablando de la voluntad de Dios, dijo: "como en el cielo" (Mateo 6:10); tener todo como está en el cielo. Respecto a esto hay un camino celestial, una trayectoria celestial, un viaje celestial y estamos procurando ver, entre otras cosas, la naturaleza de ese camino celestial. Hemos visto luego –dado que muchos no saben más que el principio mismo de ese camino en la conversión–, que el Señor levanta instrumentos en los que Él hace una obra muy profunda, con relación al cielo, a fin de abrir el camino para otros.
Ahora lo proseguimos un poco más. En esta cuestión de llegar a la plenitud celestial, venimos a un punto particular con los dos pasajes que acabamos de leer. La segunda mitad del libro de Josué se ocupa, por supuesto, de la herencia en la que el pueblo entra: su división, su repartición y su posesión. De manera extraña, lo que en la carta a los Efesios corresponde a esto, se presenta rotundamente de otro modo. Se habla de la herencia de Dios en Su pueblo: "las riquezas de la gloria de su herencia en los santos". Me gustaría decir aquí una palabra sobre eso, antes de pasar adelante; porque no es diferente, no es algo más, es la misma cosa vista del otro lado.
El Señor entra en posesión de Su herencia cuando, y sólo cuando Su pueblo llega a ser en realidad un pueblo celestial. Para que el Señor tenga Su herencia, Su pueblo debe estar allí, donde en la epístola a los Efesios se ve que está. Cuando ellos en realidad toman posición y posesión, que llegan a ser de verdad un pueblo celestial, entonces el Señor tiene Su herencia. Ver "las riquezas de la gloria de su herencia en los santos", significa que llegamos al lugar donde Él puede verla en nosotros. Él no puede ver Su herencia en los santos hasta que los vea en el lugar donde quiere tenerlos, hasta que vea que corresponden de verdad, según Su pensamiento, a un pueblo celestial. Digo esto para aclarar alguna posible confusión, cuando se habla del pueblo poseyendo la herencia, y esta palabra acerca del Señor poseyendo Su herencia.
Ahora bien, nuestro interés no es sólo la verdad de que hay una herencia en Cristo ya para nosotros, ya para el Señor. No sólo la verdad expuesta en la Palabra que, cuando estamos por muerte, sepultura y resurrección en unión con Cristo y en la otra orilla, entramos en la esfera de la plenitud divina. El punto que estamos subrayando es el hecho de llegar a ser, en efecto, un pueblo celestial, que toma posesión de su heredad, no doctrinal, teórica ni bíblicamente, sino verdaderamente. Tengo la completa seguridad de que ustedes perciben la verdad, la contemplan, reconocen que es una maravillosa presentación y en sus corazones abrazan la idea. Pero el problema está en que todo esto se conoce muy bien. Ha sido enseñado a muchos creyentes, pero no han llegado de hecho a esa posición en la que están allí. ¿Para qué o de qué sirve, pues, toda nuestra doctrina, enseñanza, interpretación, contemplación y todo el resto, si no estamos allí? Por lo tanto, tenemos que considerar el camino para, digamos, llegar allí, de manera que se haga realidad.
EL SEÑORÍO DEL ESPÍRITU SANTO
Después de esa obra preparatoria de la que hablábamos poco antes –el dejar nuestro viejo hombre crucificado en el fondo del Jordán, dejarlo allá que las aguas lo cubran–, después de eso y después de Gilgal –a saber el lado negativo, el despojarnos–, viene ahora el lado positivo, el revestirnos, la realidad, el tomar posesión o entrar verdaderamente en posesión de la heredad, el llegar a ser lo que siempre ha estado a la vista. Porque éste ha sido siempre el objetivo, o lo ha sido desde la salida de Egipto. Se menciona en el cántico de Moisés. Sí, se prevé en ese gran cántico profético de liberación a la orilla del Mar Rojo. Ha estado siempre ahí como una noción, pero ha estado lejano, allí afuera en alguna parte, más o menos vivo, según que pasaban los días. Unas veces fuerte, claro, positivo y absorbente, otras pareciendo desaparecer, tenue y distante; un extracto.
Pero ahora, habiéndose hecho esa obra preparatoria, todo surge como una presente y positiva consecuencia. Llegamos a este pasaje que acabamos de leer en Josué 5:13-15. Josué parado enfrente de Jericó «alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano». El espíritu guerrero de Josué se manifestó y fue a desafiarlo: «¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?», significando probablemente que si decía sí, a la última parte de su pregunta, sería lo peor para el hombre, pues hasta ese momento no veía en él nada más que un hombre. Por la respuesta reveló ser más que un hombre. Josué capituló, cesó su actitud de desafío, se inclinó, adoró, reconoció ser su Siervo y le pidió instrucciones.
¿Quién es esta Persona? Como dije antes, tengo el convencimiento de que en este pasaje especial de la Biblia, esta Persona representa al Espíritu Santo en el Nuevo Testamento. Esto, pienso, se podría confirmar con bastante evidencia. Pero sin demostrarlo con las Escrituras, veamos cómo sacar en claro si, en efecto, lo es.
Varios cambios han tenido lugar. Hasta este punto, la marcha, el gobierno del pueblo, había sido por medio de la columna de nube y de fuego. Todos admitiremos que esa columna representaba al Santo Espíritu; que es objetiva, evidente a los sentidos, característica del desierto. Cuando se entra en lo celestial, mucho es el Espíritu. Pero aunque hasta este momento Él se veía (por la columna), nunca más se vio. Desaparece de la percepción sensual; pero Él está allí. El invisible Príncipe del ejército de Jehová, está mucho allí, a través de todo lo que pasa. Éste es un cambio. Hay muchos otros. No más tiempo el maná. Ahora el antiguo grano del país, el pan de vida, el alimento celestial en otro sentido; el que pertenece a otro terreno, o sea, Cristo en la resurrección, no Cristo en la humillación, el pan partido. Cristo en la resurrección es el alimento de un pueblo celestial. Éste pertenece al país, el otro pertenecía al desierto. Y así podríamos seguir citando las diferencias. Verán que aquí, en este terreno, todo es, en un nuevo sentido, esencialmente celestial. En otras palabras, es esencialmente espiritual. No sensible, no temporal, sino esencialmente espiritual.
Ahora bien, Pablo dice que el Espíritu Santo "es las arras de nuestra herencia" (Efesios 1:14). De modo que al venir aquí, en este momento, el Espíritu Santo es la garantía de que este propósito de Dios va a realizarse. Aunque invisible, Él es la completa seguridad de todo el resto. Dijimos en nuestro último estudio, que la presencia del Espíritu Santo, en unción, para el propósito divino, garantiza de manera positiva la realización de ese propósito, no sólo haciéndolo posible, sino siendo la base de la realidad. ¿Cómo llega a ser Su presencia una realidad? ¿Cómo, más que una doctrina, una verdad o un precepto, llega a una realidad presente?
Dios nos ha dado el Espíritu como las arras; la garantía, la seguridad. El lado positivo comienza con esto: El Espíritu Santo presentado como Señor. "Como Príncipe del ejército de Jehová". Él es presentado en señorío. El lado positivo de las cosas comienza ahí: con el señorío absoluto del Espíritu Santo en medio del pueblo de Dios. Él es presentado y reconocido. Esto no es una verdad objetiva, sino que algo se hace realmente con relación a Su señorío. Josué se rindió en una entrega total.
A esto lleva la cruz. La cruz lleva siempre al señorío del Espíritu Santo. Así es: del Jordán a Su señorío. La cruz lo exige. Si Él no está en Su lugar como Señor y si no hay capitulación, es mejor que usted vuelva a la cruz. Algo ha ido mal. Vuelva y mire de otra manera esas piedras que han quedado bajo las aguas y que suponen representarle a usted. Si Él no es Señor, usted no está conforme a la realidad de la cruz.
Pero aquí, en la interpretación espiritual, se da por sentado que la cruz es realmente un hecho establecido. Aunque existen las faltas y las debilidades de la vida humana (se manifestaron en Josué), aunque hay todavía imperfecciones en nuestra humanidad, con todo, por lo que a nuestro corazón, a nuestra voluntad y a nuestra mente se refiere, la cruz nos ha quebrantado y ha abierto un camino para el Espíritu Santo. Esto es lo que la cruz significa: que el camino del señorío del Espíritu está abierto, y por el señorío del Espíritu, el camino a la plenitud celestial está abierto.
¡Qué profunda diferencia hay entre las "conquistas" (?) hechas por la mano del hombre –digamos los avivamientos hechos por la mano del hombre–, y la obra del Espíritu Santo! ¡Qué diferencia! Este libro de Josué es el libro de las grandes diferencias. La diferencia aquí es tal que el hombre es dejado a un lado. El hombre no puede contar con sus capacidades, no tiene campo aquí, está sencillamente más allá de sus cálculos. El Señor ha introducido Su pueblo en un terreno, donde es diferente del todo a como el hombre hace. Cuando el Espíritu Santo es Señor, usted no tiene que organizar nada para que la obra continúe. No tiene que planificar, idear y hacer proyectos a fin de que siga adelante, que haya un avivamiento, que se haga una obra de Dios. Ella se hace sencillamente. Es la manera de proceder del cielo, y necesita que esté usted en esa posición. Requiere este gobierno absoluto del Espíritu Santo.
En cada actividad hecha por la mano del hombre, hay siempre el "toque de la tierra": medios, métodos, personas y todos esos trámites para garantizar el éxito. El asunto va con mucho ruido y mucho chirrido. Tiene que tener muchísimo apoyo humano. Con cualquier movimiento puede desvanecerse, si no lo sostiene con algo más. Se derrumbará, si no lo hace.
Nunca es así en una obra del Espíritu. El toque de la tierra siempre significa muerte, siempre significa cesación. El señorío absoluto del Espíritu Santo exige que se termine con el toque de la tierra. Ése es el significado de la orden dada a Josué. "¿Qué dice mi Señor a su siervo? " ¿Ve y conquista el país, toma posesión de él y haz entrar el pueblo? De ninguna manera. "Quítate el calzado de los pies". 'Quítate los zapatos Josué, y todo lo demás seguirá. Acaba con el toque de la tierra y verás lo que va a suceder. Sólo tendréis que ir alrededor de la ciudad.' No es así que los hombres harían. Piensen en la enorme campaña que se habría organizado para la conquista de Jericó, si se hubiese dejado a la iniciativa de los hombres. No. –Quita el calzado de los pies y verás lo que va a pasar.
Si usted pone en duda esa interpretación, tan sólo tiene que mirar lo que pasó poco después, cuando él se puso los zapatos o cuando se los puso Israel. ¿Qué sucedió con Hai? Qué ocurrió con los gabaonitas? Ellos se habían puesto los zapatos, tocaron la tierra. El resultado fue: parada, compromiso, limitación. Quita el calzado y tenlo alejado. El principio de lo celestial es el del progreso del Espíritu Santo, el de la plenitud espiritual. "Quítate el calzado de los pies, porque el lugar donde estás es santo". "No tienes sitio aquí. La tierra, el mundo y los hombres no tienen ningún lugar aquí. Esto es sagrado y santificado para el cielo. Desde este momento, el cielo se encarga'. Sí, hasta del gran instrumento, levantado para servir al Señor, el cielo se encarga. La soberanía en la elección de un instrumento nunca significa que la soberanía ceda el paso a la capacidad humana. Nunca excusa el error en el instrumento. Eso incluso vale para Josué e Israel, pues como ya se dijo, Josué es representativo de todos los santos y de todos los siervos del Señor.
EL PROPÓSITO DE DIOS ENCOMENDADO AL ESPÍRITU SANTO
Pero observe esta respuesta dada a la pregunta: "¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos? " ¿De quién eres? ¿De los nuestros, de ellos, de éste, de aquél? 'No; no soy de éste ni de aquél, no soy de los vuestros ni de ellos; estoy por el propósito del Señor'. Ése es el contenido real de la respuesta. 'Yo no estoy por vosotros ni por ellos quienquiera que sean. Yo estoy por el propósito del Señor. No estoy por este trabajo o ese otro que estáis intentando hacer para el Señor. Estoy por el propósito del Señor. El propósito de Dios me ha sido encomendado: el eterno propósito’.
"No; mas..." ¡Oh si tuviésemos la fuerza de todo lo que eso implica! Queremos que el Espíritu Santo patrocine nuestras actividades, nuestro trabajo y nuestro ministerio. Preguntamos al Espíritu Santo si Él es "de los nuestros". Él nunca dirá que lo es. En un sentido, el Señor es por Su pueblo. "Si Dios es por nosotros... " Pero en otro sentido, Él dice: 'Yo no estoy por vosotros sino por Mi propósito en vosotros y a través de vosotros. No por vosotros, como vosotros, a favor de Israel o de Josué, el escogido y ungido soberanamente. No estoy por vosotros, estoy por el propósito de Dios que me ha sido encomendado.'
Debemos identificar el terreno y el objetivo de la misión del Espíritu Santo. Debemos saber lo que al Espíritu Santo le ha sido encomendado. ¡Cuánto se está hoy día disponiendo y proyectando en el mundo para el Señor! Pero no parece que dé resultado. No parece que el Señor se esté comprometiendo en eso. Debemos, pues, identificar el objetivo del Espíritu Santo.
El objetivo del Espíritu Santo no es de hacer algo en la tierra. No es de establecer algo aquí y ligarse a esta tierra. Establecer algo aquí no es, de ningún modo, Su objetivo. Al Espíritu Santo se le ha encomendado algo que es enteramente celestial, y Su objetivo es de separarlo todo de este mundo, de manera espiritual e interior. Esto debería demostrarse más completamente. Pero noten que es muy importante saber a lo que Dios se comprometerá. Él no se va a encargar de nada que esté ligado a esta tierra. Se encargará sólo de lo que esté ligado al cielo.
EL ESPÍRITU SANTO CON LA ESPADA DESENVAINADA
Bueno, ahora, estando esto establecido, lo que sigue es de nuevo algo extraordinario. Esta Persona, como Príncipe del ejército de Jehová, está de pie con una espada desenvainada en la mano. ¡Oh esto es batalla, es guerra! ¿No es verdad? Entonces, al instante, el Espíritu Santo se hace cargo y, ante Él, hay una completa capitulación. La batalla está en marcha. No se equivoquen sobre esto. Piensen lo que piensen sobre el bautismo del Espíritu Santo y todo lo que eso pueda implicar, significa conflicto inmediato e incesante. Puede significar otras cosas, pero quiere decir eso: una guerra en la que no hay licencia absoluta, un ejército en el que no hay retreta. Aquí no se jubilarán nunca. Se está hasta el fin.
¿No fue así con el Señor Jesús? Empieza allí, en el Jordán: los cielos abiertos, el Santo Espíritu, el desierto, el diablo. "Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo". (Mateo 4:1). Marcos dice que "el Espíritu le IMPULSÓ al desierto ".
Nada más abrirse los cielos para el advenimiento del Espíritu, empezó la guerra en ese día llamado Pentecostés. La Iglesia fue precipitada en el conflicto y, desde entonces, nunca ha salido de él. Si ha salido, ha sido para su propia pérdida espiritual. De algún modo, este señorío del Espíritu Santo conduce inmediatamente a eso. La espada está en Su mano y no será envainada, hasta que la misión esté terminada.
El Espíritu Santo no está interesado en la guerra carnal y física. La guerra, el conflicto, será a Su manera. Será espiritual. Será según el espíritu, pues es por la guerra espiritual que van a ser despojadas las fuerzas espirituales del enemigo. Ésta es una razón del porqué es tan realmente y de verdad una batalla. Lo sabemos. Sabemos que no hay un solo paso de logro espiritual que no sea disputado; ningún movimiento, ni siquiera un gesto en dirección al crecimiento espiritual que no provoque conflicto. Es cierto. Es guerra espiritual. La naturaleza de esta guerra está más allá de nuestra facultad de comprensión. Pensamos que vendrá de modo que la reconoceremos, pero viene de otro modo. Nunca viene donde la esperamos ni de la manera que pensamos. El caso es que rara vez reconocemos al diablo en sus asaltos. Parecen estar muy cubiertos en un accidente o en una desgracia o en algo que va mal. Pero usted no tiene más que juzgar el efecto que le produce en su vida espiritual, para saber que más que meras circunstancias de la vida, hay una intención e inteligencia detrás. Es la guerra espiritual, la cual ha precipitado la venida del Santo Espíritu.
Entiéndalo; esto explica mucho. Con cuánta constancia el enemigo trabaja por el lado que usted no puede ver. Pienso que probablemente la mayor parte de su éxito hoy día es, en mucho, por falta de comprensión en medio del pueblo del Señor. Al prejuicio se le llama "precaución", a la sospecha "estar vigilante". Nombres buenos para cosas malas. El enemigo es experto en eso. El prejuicio puede ser el punto ciego del ojo (lo que obstaculiza ver claro), que el diablo ha creado en usted. Él ha encontrado la posibilidad de crearlo y está oponiéndose de manera permanente, en el camino de la plenitud espiritual y celestial. En todo el mundo, el pueblo del Señor ha caído en esa trampa. Los prejuicios y sospechas del pueblo de Dios están haciendo resistencia, y frustrando el que haya ensanchamiento y crecimiento espiritual, de un modo celestial. "Un enemigo ha hecho esto" (Mateo 13:28).
¿Por qué en la carta a los Efesios, con toda la plenitud celestial presentada y a la vista, y el conflicto espiritual con relación a esto mostrado, el Apóstol ora que sean alumbrados "los ojos de vuestro entendimiento"? (Efesios 1:18). ¿Por qué es necesario? A causa de este trabajo de ceguera y de esos puntos ciegos. Porque todo puede perderse por un prejuicio, un poco de mente cerrada, un poco de sospecha, un poco de falso temor, en lugar de confiar en el Espíritu Santo, y conocer la unción, la cual nos enseñará todas las cosas (cfr. I Juan 2:27), y nos mostrará lo que es correcto y lo que está equivocado. A usted le parece que tiene que construirse fortificaciones "por si acaso", pero puede que las esté construyendo contra el Espíritu Santo. Es lo que muchos están haciendo. Ésa es la esfera del conflicto. Es así, espiritualmente. Es muy siniestro y sutil.
Pero hay otro aspecto en este conflicto espiritual. ¿Por qué el Espíritu Santo lo provoca? ¿Por qué el Espíritu Santo lo precipita? Usted pensaría muy naturalmente que vendría del enemigo pero, ¿por qué el Espíritu Santo lo empieza o da ocasión a ello cada vez? Lo hemos visto en el caso del Señor Jesús: "Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo " (Mateo 4: 1), Es una afirmación precisa y positiva. Deliberadamente, pues, el Espíritu Santo toma en Sus manos el asunto para precipitarlo, para provocarlo. Lo hizo deliberadamente con la Iglesia, sabiendo lo que hacía. Es como si el Espíritu Santo dijera: 'Ahora voy a hacerlos entrar de inmediato y directamente en la batalla'.
¿Por qué? Porque esto es un asunto espiritual, una herencia espiritual; porque fuerzas espirituales usurpadoras han de ser expulsadas, pero también porque crecemos espiritualmente sólo por medio del conflicto. Cuando un orador, de pie en una plataforma, nos dice: "Ustedes lo están pasando mal porque el Señor se interesa en ustedes. Se le está permitiendo al diablo que les ataque, porque el mayor interés del Señor es el bienestar de ustedes"; es quizá difícil para nosotros aceptar tal declaración. La próxima vez que el enemigo venga y empiece a hacer su terrible trabajo, usted será el último en decir: "¡Oh! el Señor me ama hoy". Pero ¿no es un hecho, no es conforme a la experiencia, conforme a la historia y, por tanto, conforme al principio, que no progresamos nunca espiritualmente, no crecemos nunca, no avanzamos nunca, excepto mediante el conflicto? Es verdad. La única manera de crecer es teniendo algo que vencer. Es una ley en la naturaleza y en la gracia. Nuestra vida espiritual tiene que seguir, de algún modo, haciendo progresos y no hay progreso sin lucha. ¡Quiera Dios que seamos capaces de verlo así cada vez! Creemos en realidad que sea verdad, pero pensamos: ¡Oh guardémonos de estar envueltos en esa verdad!
Eso no puede ser. El Señor está interesado en esas personas que en realidad están entrando en posesión de la heredad; no en teoría, no de manera doctrinal, no sobre el terreno de una interpretación de la Biblia, sino realmente. Cuando usted de verdad viene bajo el dominio del Espíritu Santo, entonces está en el camino de la realidad. El Señor lo acredita como siendo el camino verdadero, y muy práctico.
Jericó es representativo: el gran ejemplo de como será siempre, en principio. En primer lugar, como hemos dicho, usted tiene que tener una posición celestial; no una posición terrenal, no la manera del hombre de hacer las cosas. Ésta es la obra exterior de ese principio que vimos en primer lugar con Abraham, cuando el hombre intentó actuar, y se metió en un lío enorme porque tocó la tierra. De nuevo con Moisés, cuando tomó en mano las cosas y atacó al egipcio y al hebreo, y se encontró en un lío terrible. He aquí la obra exterior de la disciplina. Josué entendió toda esa historia espiritual y, aquí, en Jericó, encontramos que no hay ningún arma carnal, ninguna lógica humana. Nada es dejado al hombre. Si esto no es celestial, no es nada. Las cosas no pasan así en la tierra. Podemos dar la vuelta no sólo siete días sino toda nuestra vida, y nada pasará, a menos que estemos en una posición celestial, a menos que el cielo intervenga. Jericó es el hombre puesto aparte, excluido del todo. Esto es celestial.
Bien, ésa es la base. Inmediatamente después, encontramos esto: que si el enemigo no puede tener éxito con una franca resistencia, probará con tácticas más sutiles. Él no puede triunfar con una franca resistencia, si usted y yo estamos en nuestra posición celestial, y la guardamos; y la guardamos, pues eso es lo que Jericó significa. No sólo ocuparon su posición celestial el primer día, sino que se mantuvieron en ella, la guardaron y la ratificaron; y el último día, siete veces la sostuvieron, confirmándola. No la abandonaron. No siempre nos abrimos paso el primer día ni el segundo. Se tiene que mantener esa posición por la fe. Cuando esa posición se mantiene en realidad así, el enemigo es derrotado completamente. Cuando él es vencido de esa manera, tiene de algún modo que volver para hacernos fracasar, si lo puede, y entonces obrará con sutilidad.
¿No es lo que sucedió con los gabaonitas? Trabajaron sutilmente para conseguir en alguna parte un toque de la tierra. Con Acán y Hai, el manto babilónico y el lingote de oro, fue lo mismo: un toque de la tierra. Los gabaonitas y el convenio hecho con ellos constituyó un toque de la tierra. No debemos pensar que va a ser siempre una guerra espiritual directa, abierta y clara. Debemos ver dónde está tramando el enemigo el toque de la tierra, dónde hay una introducción de algo que producirá un contacto con lo que es maldito, con lo que Dios no puede seguir adelante.
Ustedes saben, por supuesto, que Gilgal era el lugar de donde ellos salían. Gilgal, el lugar donde el oprobio de Egipto fue quitado, el lugar donde la carne es apartada. Pero ellos no volvieron a Gilgal después de Jericó. Fueron derechos a Hai, mientras que era siempre la costumbre de regresar a Gilgal, después de cualquier avance o conquista: volver a Gilgal para salir de nuevo de Gilgal. Esta vez no regresaron a Gilgal. Siguieron adelante.
Quedémonos cerca de la cruz y no supongamos nunca que podemos progresar porque el Señor nos ha bendecido, nos ha hecho prosperar y tener éxito. Ni por un momento debemos separarnos de la cruz. La cruz no es algo que queda atrás para ser dejado. Es algo para estar con nosotros todo el tiempo. Es nuestra seguridad.
Ése es el camino celestial, la naturaleza entera del camino celestial, el camino a la finalidad de Dios. Que el Señor nos guarde en ese camino.
Preservando los deseos de T. Austin-Sparks con respecto a que se debe entregar libremente lo que libremente se ha recibido, estos escritos no tienen derechos de autor. Por lo tanto, estás en libertad de utilizar estos escritos según seas conducido a hacerlo. Sin embargo, si eliges compartir los escritos de este sito con otros, te pedimos que, por favor, los ofrezcas libremente: Sin costo alguno, sin pedir nada a cambio y enteramente libres de derechos de autor y con esta declaración incluida.