por T. Austin-Sparks
Es glorioso, ¿no es cierto? Comprender que nuestro Señor Jesús no tiene ninguna otra ocupación, en lo que a nosotros se refiere, somos Su único interés. Donde Él no tiene ningún impedimento por otras consideraciones y todos los intereses personales han desaparecido en aras de obtener Su Esposa, Él es libre. Esto es Filipenses 2:4-8, ¿cierto? Sí, todo se ha ido. Incluso Su gloria en el cielo, donde está el Padre, porque Él tiene una sola perspectiva, un solo objetivo, un sólo interés. Usted y yo somos Su objetivo y Él es libre de todo lo demás. Me alegra que el Señor no tenga ninguna otra alternativa. ¿Y usted? El otro hombre tenía una alternativa, Cristo no.
Entonces, cuando las cosas fueron establecidas sobre esta base, Booz fue el único Redentor y la Redención se llevó a cabo, toda la herencia llegó a ser de Rut en Booz. La totalidad de la redención era suya en él. La totalidad de la herencia era suya en él. Nosotros lo recibimos todo en Él. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” Sé cuán simple es esto, pero ¿no es este libro una maravillosa y hermosa exposición del Evangelio? Ahora, veamos la herencia.
En primer lugar, la herencia era una parte de la tierra del pacto. Usted tiene que regresar al libro de Josué, donde verá que la tierra fue tomada, sometida, y conquistada por Josué. Luego, esa tierra fue dividida por tribus y a través de las tribus, fue dividida por familias. Así que todos llegaron a tener su porción, su herencia en la tierra. De una u otra manera Elimelec llegó a tener una parcela en la tierra del pacto.
Ahora sabemos qué significa la figura del Antiguo Testamento. La carta a los Efesios es lo que corresponde al libro de Josué. La maravillosa herencia que es en Cristo y Su maravillosa herencia en los Suyos, es una tierra, una tierra de grandes distancias. Mire Efesios, largas distancias, de la eternidad pasada a la eternidad por venir. ¡Maravillosa! Una tierra rica y abundante. La herencia que vemos aquí en Rut, era esa parte de la tierra del pacto. ¡Y no era poca cosa tener una parte de ella como propia!
Pero no se detuvo ahí. Lo que había sido de Rut debido a su unión con Noemí, y a través de Noemí con Elimelec, se había perdido. Pero en la recuperación mediante la redención, se le dio muchísimo más de lo que había perdido. El poquito de ella se unió a la abundancia de él. ¡Qué gran verdad es esta! En la redención que es en Cristo Jesús nosotros obtenemos mucho más de lo que alguna vez perdimos, mucho más de lo que Adán tuvo, por lo tanto, mucho más de lo que él perdió. En Cristo entramos en una herencia muchísimo más amplia. Nuestro poco, sí, pero Su todo.
“Así volvió Noemí, y Rut la moabita su nuera con ella; volvió de los campos de Moab, y llegaron a Belén…Tenía Noemí un pariente de su marido, hombre rico…” (Rut 1:22 y 2:1)
Me encanta esto. Mire a través de estos lentes, mire a lo largo de los siglos y a través de Rut, al Hombre Rico. ¿Entró Rut en una herencia más grande que la pequeña porción de tierra de Canaán que había perdido? Mire a Cristo, vino a través de ella. Él vino a través de Rut. ¡Qué herencia! Uno mayor que Booz está aquí.
“…para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión” (Rut 4:5).
He aquí, finalmente, en las palabras de Booz el motivo y principio de esta redención. Es un poco desconcertante si no se capta el significado de estas palabras. ¿Restaurar el nombre de Elimelec sobre su posesión? ¿Cómo? Por medio de una semilla, una semilla que habita en la resurrección. ¿Qué significa el nombre Elimelec? Dios el rey. (La primera parte coloca a Dios). “Para que restaures el nombre del Señor sobre su posesión”. ¿Recuerda las últimas palabras en el libro de Jueces? “En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”. ¡Qué caos! ¡Qué tragedia! Donde no hay autoridad central y suprema, siempre es así. Todo el problema se remonta a esto. Esta fue la terrible condición y tragedia durante los cuatrocientos años de los jueces.
Esto es cierto hoy en todo el mundo, y en un sentido es cierto en el cristianismo. Todas las divisiones, todas las interrupciones, las infelices condiciones que existen porque Jesús no está en Su lugar de Señorío, porque mientras Él es llamado Señor y Rey, y se dice que se hacen las cosas en Su nombre, Él realmente no está en ese lugar. Otros señores tienen el dominio; en la vida cristiana y en los asuntos de la iglesia otras cosas hacen las reglas, cosas que se interponen en el camino del absoluto y soberano señorío del Señor Jesús. ¡Y tenemos muchas de ellas! ¿No dejó Pablo esto perfectamente claro, que la unidad, que la comunión orgánica en el cuerpo de Cristo procede de Su señorío? ¡Todo el cuerpo bien coordinado y unido entre sí a partir de la Cabeza! Estamos muy familiarizados con esto, pero aquí tenemos condiciones que son cualquier cosa menos eso.
Necesitamos la autoridad, el gobierno, el señorío del Rey, del Señor. En todo lugar que he estado recientemente se me ha dicho lo mismo: “Nuestro problema no es liderazgo, sino falta de autoridad. Todo el mundo hace lo que piensa y quiere. No hay una autoridad central”. Y ¿qué tenemos? Hambre, necesidad, inanición, pobreza espiritual…todo está aquí. Así era en el tiempo de los jueces, así es en nuestros días y así será, hasta que el Señor nos visite “…para que restaure el nombre del muerto sobre su posesión”. Esto claramente significa la recuperación y restablecimiento del absoluto señorío del Señor.
Elimelec, “Dios es rey”. Restaurar este nombre. Cuando Él sea el Rey habrá una situación de verdadera bendición y ganancia. No se pierde nada cuando se tiene al Señor como absoluto Señor. La gente parece pensar que si le permiten al Señor avanzar, que si lo dejan ser plenamente Señor, van a perder algo. Bueno, no se deje engañar por esto, vea de nuevo el libro de Jueces. Vea también el libro de Rut. Aquí se dice amplia y definitivamente, que hasta que haya una Cabeza y un Señor establecidos, habrá plenitud, prosperidad, bendición, vida…todo. Y que cuando no los hay, no hay nada.
El libro de Rut reúne todo en la más sublime declaración de Rut, una de las más maravillosas en toda la Biblia: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos. Y viendo Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más” (Rut 1:16-18). ¡Vayas decisión de fe la de Rut!
“He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes” (Rut 2:11).
Una sublime renuncia. Una gran aventura de fe. Puede que usted piense que no había mucho de qué renunciar en Moab, porque era dejar un lugar de mucha pena, desilusión y tragedia. Pero considere la situación. Rut iba hacia lo desconocido, no sabía cómo iban a funcionar las cosas. Por un lado, al menos en Moab estaba en su propio país, era conocida, reconocida y tenía un lugar allí. Tenía padre, madre y un hogar. Por el otro, ella iba para un país extraño, iba con su suegra, viuda, que sufría una gran pena, cuya vida era una gran tragedia y estaba bajo una gran nube de decepción. No sólo con respecto a su vida, sino con respecto al Señor. “Jehová ha dado testimonio contra mí”. ¡Verdadero desaliento y perplejidad espiritual!
Rut era moabita. Seguro que sabía de la prohibición que descansaba sobre su nación, en lo que a Israel se refiere. La maldición que había sido pronunciada sobre Moab: “No entrará amonita ni moabita en la congregación de Jehová…no entrarán en la congregación de Jehová para siempre”. Ella debe haber sabido esto, y que era muy dudoso que le hicieran una gran recepción en la tierra de Israel. Que la hicieran sentirse bienvenida. Que más bien iba ser lo contrario; sospecha, destierro. Usted lo ve, Booz tuvo que darles instrucciones muy específicas a sus siervos y siervas, para que no fueran crueles y no interfirieran con ella. Repetidamente tuvo que decirles que mostraran algo de bondad. Aquí está esta mujer, bajo una sombra, en medio de ellos. Ella de seguro que sabía algo de eso, lo que podría significar, el futuro desconocido y muy dudoso. Su corazón bien podría haber desmayado si ella lo hubiera pensado.
Pero había suficiente fe ahí. “Tu Dios será mi Dios”. Evidentemente y con todo, Noemí les había enseñado algo de Dios a sus nueras. Hizo que Rut se dijera: “Bueno, en todo caso, es mejor estar donde Dios es conocido y reconocido que estar en Moab”. En su corazón había algo de fe en el Dios de Noemí, en el Dios de Israel. Suficiente fe para hacer que ella, por un lado, dejara el lugar de seguridad, su hogar. Y Booz lo admitió, reconoció que haberlo dejado todo significó algo para Rut: “He sabido todo lo que has hecho”. Y por otro lado, para que aceptara todo lo que pudiera suceder, sin ningún conocimiento de lo que realmente sucedería. Sin saber si las cosas iban a salir bien, y si habría un brillante prospecto que eventualmente entraría en perspectiva. ¡La renuncia de la fe! ¡La aventura de la fe!
Este fue el primer paso en el camino hacia la gran plenitud. ¡La aventura de la fe! ¿Cuánto más incentivo, promesas y seguridad necesitamos para ponernos en marcha? ¿Cuánto más tiene que ser proclamado ante los ojos de las personas, en cuanto a las bendiciones que van a obtener, en cuanto a lo que vendría para ellos si siguieran al Señor? ¡Tenemos que hacer tantos sobornos! Me temo que el atractivo del Evangelio se ha dirigido hacia allí, hacia todo lo que se obtiene si nos hacemos cristianos.
La verdadera fe que el Señor espera encontrar, es muy difícil de encontrar. Y no nos sorprende esta limitación. ¿Cierto? Yo no puedo dejar de sentir que la limitación espiritual, que la pequeñez de la vida espiritual, del conocimiento del Señor y de aquello a lo que en realidad estamos llamados en Cristo, es debido a esto, a que siempre estamos pensando en cómo nos va a afectar, si para bien o para mal, o qué vamos a obtener. Es más, en una ocasión los discípulos que estaban con el Señor le dijeron: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?”
Esto muy a menudo se convierte en el motivo: “¿Qué, pues, tendremos? ¿Qué vamos a obtener? O, ¿qué vamos a perder?” ¡No es extraño que la vida espiritual sea tan pobre! Si tuviéramos algo del tipo de fe que tuvo Rut. Consciente de que muy probablemente vaya a ser costoso, y de que encarar el hecho va a ser difícil. Y sin embargo: “Tu Dios es digno de esto. Tu Dios será mi Dios”. Por el amor de Dios y no por el nuestro. ¡¡Ese es el motivo que debe activarse!!
Si es por el amor del Señor, y no sólo en nuestros comienzos sino en nuestra permanencia, haremos un mejor progreso. Llegaremos más rápidamente a la plenitud del propósito divino. Ese es el motivo de la fe, ¿lo ve? La fe hace toda la diferencia. Es muy claro, ¿no es cierto? Si nosotros estamos pensando siempre en nosotros mismos y en cómo nos afectará esto, no vamos a llegar muy lejos.
El Señor no está colgando premios frente a nosotros, ni sobornos, halagos o atracciones. Él dijo muy francamente: “…el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. La fe debe ver claramente y decir: “Es mejor tener al Señor, que tener todo lo demás y no tener al Señor. Es mejor tener al Señor con aflicción, adversidad, prueba, obstrucción y persecución, que no tener estas cosas y al mismo tiempo no tener al Señor”.
“Y viendo Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más” (Rut 1:18).
Me gusta este versículo. Es inútil discutir con ella, es inútil hablar con esta persona. Ella tomó una decisión y este es el fin de la conversación. Determinada, contundente. Ella pudo haber dicho: “Es inútil. No me hable más de este asunto. No me argumente o persuada sobre esto. He tomado mi decisión”. Noemí lo vio y no dijo más. Esta es la determinación y la contundencia de la decisión de la fe. ¡Lógrela y el Señor podrá hacer cualquier cosa! Tal fe abre el camino para que el Señor haga cosas maravillosas y rápidamente las lleve a Su plenitud.
¿No cree usted que la falta de determinación es lo que nos lleva a paso lento? ¿No está nuestro progreso espiritual retrasado y hasta detenido porque hay muy poca contundencia en nuestra decisión? ¿Seguimos dudando, vacilando entre dos opiniones? ¿Seguimos inseguros con respecto a lo que va a pasar de principio a fin? ¿Si vamos bien o no? Entonces, pasan los años y estamos en la misma posición espiritual; después de mucho tiempo estamos como estábamos.
Estimado amigo, una palabra sencilla, una buena palabra con la cual acabar la idea. A la vista de todo lo que el Señor quiere y para lo que nos ha llamado, debemos ser verdaderamente movidos y animados para decir con Rut: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos”. ¡Qué determinación esta! Entonces, no se sorprenderá usted del resultado.
La palabra que acabamos de citar, Rut 1:16-17, es amplia e inclusiva. ¿Cierto? Cubre todas las esferas. Toda posible contingencia. Cada aspecto de las cosas. Todo se reúne en una sola reseña, se incluye y se reduce en esta forma consagrada y concentrada: “He tomado plena cuenta de todo, de cada aspecto del asunto y veo que me conduce hacia un buen trato. Puede que sea una prueba muy larga y de negocios interminables, pero es hasta la muerte, y todo lo que venga entre ahora y entonces, lo he calculado”. Es una confesión de fe que lo incluye todo. Y entonces, como era ese tipo de fe, de renuncia y de aventura, determinada y contundente, amplia e inclusiva, abrió la puerta de la gracia de Dios en la forma más maravillosa. ¡La gracia de Dios!
¡Qué historia de la gracia de Dios es esta! Señalamos antes las desventajas de Rut, las desventajas que esta querida alma sufría y bajo las cuales estaba. La desventaja del nacimiento. El estigma que había recibido de sus antepasados. El estigma del incesto y luego el de la maldición. La prohibición: “Ningún moabita entrará jamás en la congregación del Señor”. Pero ella entra en medio de la congregación del Señor y enfrenta la terrible prohibición y desventaja. Ella es una moabita, con todo el peso de lo que eso significa, pero su fe le abre el camino a la gracia de Dios y elimina cada desventaja. ¡Esto es maravilloso!
Podemos tomar luz de otro lado. En Levítico 11 hay una lista completa de animales inmundos que los israelitas no podían comer. Les estaban prohibidos. Ahora bien, no dudo de que hubiera algo de tipo sanitario en esto, un elemento de higiene por el bien de la salud. Pero tenía otro significado también. Estos animales inmundos eran símbolos de las naciones paganas y gentiles con quienes Israel no debía tener relación, ni contacto, ni comunión, ni matrimonios. Todo aquello que estaba fuera de Israel era considerado inmundo, y los israelitas lo sabían.
Vayamos ahora al Nuevo Testamento. Un día el apóstol Pedro tuvo una visión. En esa visión vio el cielo abierto y una sábana, que atada por sus cuatro puntas bajaba a la tierra, y estaba llena de estas mismas criaturas mencionadas en Levítico 11. Todas las formas de animales inmundos. Él era judío y conocía qué significaba eso. Entonces una voz le dijo: “Levántate, Pedro, mata y come”. Pero él respondió: “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás”. Esto se repitió tres veces y luego la sábana fue recogida al cielo. Entonces, llamaron a la puerta y unos hombres le dijeron a Pedro: “Cornelio, un hombre de Cesarea, romano, nos ha enviado para pedirte que vengas a su casa. Él desea que vengas y le hables de las cosas de Dios”. “Cornelio, un inmundo, tengo prohibido por las Escrituras tener algo que ver con él o hacer esa clase de cosas. Señor, no”. Pero, ¿qué le había dicho el Señor? “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”. Y Pedro fue tras ser convencido y conocemos el resultado.
¿Qué había sucedido? ¡El calvario había sucedido! La maldición había sido cargada por el Señor Jesús, el gran Pariente Redentor. La maldición había sido cargada y quitada del camino, y la gracia había abierto la puerta para lo inmundo. El calvario, virtualmente, lo había limpiado todo. Porque el calvario se levanta eficaz para la limpieza de todo.
“Ningún moabita entrará en la congregación”. Estaban bajo maldición, sí, pero la fe entra y elimina la maldición. La fe le abre la puerta a la gracia de Dios y triunfa. Aquí Rut se levanta para declarar que en su propio ser: “La Ley dice NO, jamás, pero la Gracia dice SÍ, siempre”. La Ley dice: “La puerta está cerrada. La gracia dice: La puerta está abierta”. La gracia de Dios en la redención y la fe poseyendo la gracia de Dios, abre la puerta y elimina todas las desventajas. ¡Vaya mensaje!
¿Te estás quejando por ciertas desventajas? Bueno, la gracia de Dios puede deshacerse de todas tus desventajas, si lo creyeras. La fe abre la puerta de la gracia, la gracia elimina todo obstáculo y dice: “Vamos a acercarnos con plena certidumbre de fe”. “Vamos a acercarnos confiadamente al trono de la gracia”. ¡Fe! Entonces, a través de la puerta abierta mediante la fe y la gracia, usted puede ver que las bendiciones comienzan a fluir y a llegar a Rut. Las bendiciones inmediatas, con las cuales empezar. ¡Cuánta soberanía empezó a operar en su vida, en maravillosa providencia!
Ahí estaba la “casualidad” de la que hablamos. “La casualidad de Rut de encontrarse en la parte del campo que le pertenecía a Booz”. De manera aparentemente casual, casi accidental, sin saber qué estaba haciendo (aunque Dios sí sabía lo que estaba haciendo), Rut entró en aquel campo. La divina soberanía y la divina providencia comenzaron a obrar de manera maravillosa. Tan sencillamente, tan fácilmente, sin el ejercicio de ningún poder, en una demostración del cielo. Es tan fácil para la divina soberanía hacer las cosas, que a veces sólo se ven como “casualidad” y usted se pregunta si eso alguna vez ha sucedido. Así de fácil, entrar en la facilidad misma de Dios.
Bendiciones. No voy a enumerarlas. El libro mismo nos indica las bendiciones inmediatas. De la “casualidad” de Rut de encontrarse en el campo de Booz, hacia adelante y paso a paso, hasta la unión y más allá. Esto nos lleva a la rica recompensa de la fe, a algo mucho más allá de la vida inmediata de Rut. Ya lo hemos señalado, las últimas palabras del libro son: “…Booz engendró a Obed, Obed engendró a Isaí, e Isaí engendró a David”. Luego, usted da un salto, un gran salto a los Evangelios y encuentra a David: Jesús. ¡Qué maravilloso! ¡¡Una moabita con todo lo que pesaba sobre ella, la sombra oscura de la prohibición y de la maldición, es una antepasada del Señor Jesucristo!! Está en la línea directa de Jesús, de todo lo que ha venido al mundo.
¡¡Qué cosa tan inmensa ha venido a este mundo a través de la fe de Rut!! ¡Qué recompensa! Si Rut mirara retrospectivamente hacia aquellos días de timidez, miedo y temor, y aún así, de determinación, al ver lo que ha venido, ¿acaso no diría?: “Mi palabra valió la pena. Nunca me imaginé que mi pobre y débil esfuerzo de fe, resultaría en esto”. Es imposible exagerar esto. Cuando usted piensa en todo lo que ha venido a través del Señor Jesús, a través de la encarnación, no es posible decir demasiado. Esto comenzó con la fe sencilla y simple de esta jovencita, con su fe determinada. El gran alcance de la obra manifiesta de esta fe, hasta esta gran meta.
Nunca se sabe lo que el Señor puede hacer, hará o qué eternidad revelará. Ella no vivió para ver más allá de Obed. Hasta donde sabemos la vida de ella abarcó la vida de su hijo. Puede que usted y yo no lleguemos a saber lo que el Señor ha sido capaz de hacer y qué será capaz de hacer, si encontrara en nosotros una fe como la fe de Rut. La fe que renuncia. La fe que se aventura. La fe que se determina. La fe que toma todo lo que está involucrado y no se mueve por las consecuencias, la fe que lo asume todo y dice: “Lo haré, lo haré, lo haré”.
Lo que el pueblo del Señor necesitaba más que nada, para su propio bien, para su propia bendición, para su propia plenitud, ascenso, victoria…lo que Israel necesitaba más que nada era un rey. Toda la tragedia del libro de Jueces, como ya hemos visto, era por causa de que no había rey en Israel. Ninguna autoridad unificadora. El rey vino a través de la fe de Rut.
Estimado amigo, si el Señor Jesús toma Su lugar como Señor y Rey a través de un camino costoso, difícil y oscuro que nosotros sin conocerlo tomamos en fe, valió la pena. Si nosotros sólo sabemos que la llegada del Señor Jesús a Su lugar puede involucrarnos con algunas dificultades muy grandes y reales, pero aún así damos el gran paso de lo que eso significa, ¿no valdría la pena? Si los descarriados encuentran al Pastor, si los derrotados encuentran a su Rey y a su Vencedor, valió la pena. Y usted y yo estamos llamados a esto, a traer al Señor Jesús a Su lugar. No es fácil, es costoso. Requiere verdadera fe para continuar, porque hay tremendos factores que se oponen a Su majestad y señorío. Pero si Él viene a Su lugar a través de nuestra mediación, entonces todo valdrá la pena y estará justificado.
Usted debe leer de nuevo la gran declaración de Rut y ponerse junto a ella. ¿Está dispuesto a decirla de una manera nueva? “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos”.
El Señor nos dé gracia para decir esto y decirlo en serio, lo que sea que signifique o pueda significar en nuestra relación con el Señor Jesús, y para acabar con todos los argumentos y todas las discusiones. Ojalá nos tenga el Señor como un pueblo así.
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